Esta pandemia está causando en nosotros tal incertidumbre que, a veces, nos hace preguntarnos:

¿Qué va a ser de nosotros? ¿en qué va a terminar todo esto?
La verdad es que estamos atravesando todos por una situación difícil en la que pueden estar coincidiendo, junto a razones de salud física, desequilibrios sicológicos o emocionales, agobios, decepciones y cansancios existenciales…

Pero especialmente, quizás nos abruma un cierto desconcierto, al ver la actitud de políticos, líderes religiosos y ciudadanos de a pié, que muestran actitudes irresponsables e insolidarias ante colectivos ahora, más que nunca vulnerables: inmigrantes maltratados, ancianos olvidados, familias sin recursos y sin trabajo… y tantas víctimas sumergidas en el pozo profundo de la exclusión social.

Y precisamente en este marco, nos llegan las palabras con las que encabezo hoy mi reflexión.

Son palabras del Jesús picapedrero… el currante en precario, el Dios y pobre verdadero, que recorrió nuestros caminos sin cobertura social y sin salario vital… expuesto, a cara descubierta y sin mascarilla homologada a la terrible pandemia del egoísmo y la ambición de poder, que acabó con su vida.

Y estas palabras las dijo, precisamente cuando se encontraba angustiado con una tristeza mortal ante lo que se le venía encima.

» ! No tengáis miedo, confiad !»

La confianza no es una sedación química a base de atiborrarse de pastillas, ni nace de la «seguridad doctrinal» propia del legalismo fariseo.

La confianza y la verdadera paz, la serenidad profunda de la que habla el evangelio, se ventila en lo más íntimo de nuestro ser, allí donde nos encontramos con nosotros mismos y con Dios.

La paz y la seguridad nos viene de saber que hay un lugar reservado para nosotros, un lugar «seguro» que no es, como algunos pueden pensar, un templo suntuoso, ni un hospital de lujo medicalizado, ni siquiera un rincón de nuestra casa en el que nos encerramos con miedo a salir por el llamado «síndrome de la cabaña».

Este lugar reservado está en el mismo corazón de Dios, donde si que hay sitio para todos.

Por eso puede ser una buena noticia que que hayamos empezado a doblegar la curva y a salir de esta pandemia… pero lo verdaderamente importante y decisivo es que la Historia, el Universo y la peripecia vital de todos y de cada uno de nosotros, termine bien en esos espacios verdaderamente seguros en los que se verá cumplido el sueño profundo y la nostalgia infinita del encuentro con la fuente que apaga para siempre la sed del corazón.

Manuel Velázquez Martín.