En la cuneta de un camino solitario hay un hombre que ha sido agredido, robado, herido, despojado de todo… y que, después de quedar medio muerto, ha sido abandonado a su suerte.

Este ser humano, sin nombre y sin patria viene a representar a todas las víctimas inocentes maltratadas y abandonadas, al borde de cualquier camino del mundo y de la historia.

Y mira por donde, los dos primeros viajeros que aparecen en el horizonte, son dos funcionarios del templo… dos hombres considerados formados, religiosos y fieles cumplidores de la ley … pero que, después de ver al herido, dan un rodeo y pasan de largo.

Los dos cierran sus ojos y su corazón ante el dolor ajeno.

Ellos van a lo suyo… y la situación en que se encuentra el hombre herido, a ellos no les afecta, ni les conmueve, ni les preocupa.

Con lo cual, el evangelio está haciendo una crítica radical a aquella religión y cualquier otra que sea incapaz de generar en sus miembros un corazón compasivo.

Pero resulta, que aparece por el camino un tercer personaje. Es un samaritano, que no es religioso, ni prácticante sino un hombre considerado por todos un ser descreído y despreciable.

Sin embargo a él, si se le conmueven las entrañas… él si se implica.

Enseguida se le desprograma la vida… y para él, ya no hay nada más importante que hacer, que atender a aquel desconocido que le necesita.

Por eso se detiene, le cura sus heridas, se las venda, y después de prestarle los primeros auxilios, lo lleva a la posada e implica a otros y a la sociedad entera para que lo sigan atendiendo cómo se merece.

El evangelio nos pone como ejemplo a este descreído, mientras los maestros de la ley, que creen se lo saben todo, no se quieren enterar de lo más importante… y por eso siguen preguntando: «Y quien es mi prójimo?»

Nuestro prójimo es el que nos descoloca y nos desprograma la vida…
aquel que no sabemos a qué hora viene, ni dónde, ni cuando… ni en que esquina, en que cuneta, o en que recodo del camino lo podemos encontrar.

Por eso, creo que hoy, más que nunca, es necesario reivindicar una cultura y una ética de la compasión ya que se está instalando en las conciencias de mucha gente, también en gente de iglesia, y hasta en los programas políticos, la xenofobia y el rechazo a las personas apaleadas, machacadas y abandonadas en las cunetas.

Y ante este panorama es muy importante que nos quede claro, que si no se nos conmueven las entrañas ante los heridos de los caminos… y seguimos poniendo excusas,alimentando prejuicios y dando rodeos…

  • todo lo que digamos
  • todo lo que hagamos y
  • todo lo que recemos…

no sirve para nada.

Manuel Velázquez Martín.