El Jesús picapedrero tuvo la gran osadía de proclamar una escandalosa parábola donde se hace una radiografía de este mundo injusto.
Y tiene una gran actualidad… porque estamos construyendo un mundo lleno de desigualdades donde existe un abismo y una distancia cada vez más insalvable entre la opulencia y el despilfarro de unos y el hambre y la miseria de otros.
En el relato aparecen dos tipos de seres humanos:
– están los ricos y parásitos epulones que se pasan la vida banqueteando… gastando, malgastando y derrochando en lujos y olvidando la miseria de los pobres…
Ellos tienen prestigiosos apellidos y mucho renombre, pero no tienen nombre…
Al protagonista que los representa, sólo se le define con el calificativo de «epulon» (que significa tragón, zampabollos, comilón… )
– y luego están los pobres, los «nadies», los considerados insignificantes… y por lo tanto, sin nombre según los criterios del poder y del dinero…
Pero estos son los que tienen un gran valor para Dios, hasta el punto de que, al no tener nombre, Dios les da el suyo… (les llama Lázaro, que significa: «Dios ayuda»).
Los ricos epulones, aunque se sientan satisfechos y se crean eternos, pasarán…
Todos ellos morirán y serán enterrados en el infierno de sus fríos panteones, en la triste soledad que ellos mismos eligieron.
Y también morirán los Lazaros, quizás antes que los epulones, por haber pasado tantas privaciones y miserias… pero ellos serán acogidos en las cálidas recachitas del cielo, al calorcito de Dios y de la gente buena y solidaria.
Con todo lo cual, el evangelio nos está diciendo, que para Dios y para la construcción del mundo nuevo, solo tienen nombre y valor las personas consideradas insignificantes por los honorables granujas que ostentan el poder en este mundo.
Sin embargo, a pesar de estar tan claro, la mayoría de la gente no se entera.
Y una prueba de ello, es lo que se ha vivido en el mundo con motivo de la muerte de una señora, miembro de la realeza europea, que
estuvo siempre rodeada de opulencia, en suntuosos castillos y lujosos palacios… dueña de múltiples mansiones y de una ingente fortuna…
Todo el mundo consternado ante su muerte…
Sin embargo, sabemos que mueren cada año más de tres millones de niños por carecer de alimentos… y ante un hecho tan dramático, no vemos ni el más mínimo signo de consternación… no hay luto, ni hay condolencias… ni siquiera hay noticia, ni reportaje …
Lo cual es una prueba de la gran estupidez humana.
No lo olvidemos… más de la mitad de la humanidad anda, como Lazaro, buscando las migajas que dejan caer de sus mesas los dueños del mundo…
Todos ellos están a las puertas de los palacios, de los grandes negocios financieros, de los grandes bancos, de algunas iglesias … y de nuestras propias casas.
Manuel Velázquez Martín.