La sociedad de hoy hace todo lo posible por ignorar la muerte, o al menos disimularla … para lo cual, inventa mecanismos que nos oculten su fealdad y nos la hagan algo más anónima y funcional.
Sin embargo, puede ocurrir, que mientras pasamos el tiempo escondiendo o maquillando la muerte, nos quedemos sin vivir la vida…
Sobre todo, una vida con sentido, una vida donde no tengamos que tirar de ese lastre de muerte prematura o de vida mediocre que, a veces, arrastramos.

Porque, aunque la muerte física sea dolorosa, hay muertes peores:

– Hay muertes sicológicas: como la muerte del que ha perdido la confianza, en sí mismo, en la vida y en la gente… quizás porque ha sufrido muchos desengaños.
En este sentido vemos, a diario, muchas tristezas, depresiones, desencantos, soledades y desamores… de mucha gente desengañada.
Es la muerte del que se encierra en su propio ‘»yo» y se inhabilita para una relación abierta y generosa con Dios y con los demás.

– Hay muertes sociológicas: como la muerte de miles de seres humanos, sepultados en el gigantesco y vergonzoso sepulcro abierto por una sociedad injusta e insolidaria.
Es la muerte de la pobreza, el desempleo, la marginación, la emigración forzosa, la explotación, la corrupción … y la falta de oportunidades para los más pobres.

– Hay muertes espirituales: como la muerte que padecemos a causa de nuestras esclavitudes más íntimas: como nuestros odios, resentimientos, dureza de corazón, pasiones ocultas, ambiciones, frivolidades…
Es la muerte por asfixia del espíritu cuando no se ama, no se cree y no se espera.

Pero hoy puede ser el día en que todo empiece a ser distinto.
Quizá haya llegado para todos, el tiempo y la oportunidad de salir de nuestros sepulcros gracias a las lagrimas y a los gritos del mejor de los amigos.
A Lázaro, le concedió Jesús de Nazaret, un pequeño suplemento de vida caduca… porque la suya, fue una resurrección hacia atrás … en realidad, no fue una resurrección sino una reanimación.
Pero con ella nos quiso anunciar la verdadera resurrección hacia adelante, la que no retorna a la vida de siempre, sino que nos conduce a la vida plena, eterna y definitiva que anhelamos.

Por eso, esta noche, he decidido mandar un aviso urgente a quien nos puede sacar de tantas, sombras, miedos y oscuridades:
– Señor, el amigo a quien tú amas está enfermo…
– Nuestros amigos, esos amigos a quienes tú amas, están enfermos…
– Nuestro mundo, este mundo al que tú amas, está enfermo…

Manuel Velázquez Martín.