En este tiempo de cortes de luz y de oscuridades manifiestas, en esta sociedad de relumbrones y apagones, tan falta de justicia y tan llena de desigualdades, necesitamos respirar otros aires y hacer que se ponga en marcha otro generador de luz y de sentido.
Para lo cual, quiero reivindicar las siete luces de la vida digna que hoy nos ofrece el Espíritu.

La primera es la luz de la LIBERACIÓN de toda dictadura, cautiverio y tiranía, que nos obliga a defender la dignidad humana frente a todo poder de dominación
– de las naciones ricas sobre los pueblos
empobrecidos,
– del centro sobre las periferias,
– de las oligarquías sobre el pueblo llano,
– del varón sobre la mujer,
– de una raza o una etnia sobre las
demás…

La segunda es la luz de la PAZ que nace de la justicia y no se impone por la fuerza y que nos motiva a estar cerca de los exiliados, los refugiados y todos aquellos que sufren cualquier tipo de extorsión o de violencia…
Lo cual, quiere decir, posicionarnos contra los oscuros negocios de las armas y de las drogas.

La tercera es la luz del TRABAJO honrado, compartido y bien remunerado.
Lo cual nos exige defender los derechos de los parados y de todas los trabajadores y trabajadoras que desarrollan trabajos precarios, indignos e indecentes y que son víctimas de un capital concentrado en pocas manos y solo en función de la rentabilidad.

La cuarta luz es la del PAN de los más pobres que malviven bajo el umbral de la extrema pobreza como seres bastante vulnerables, sin cobijo y abandonados a su suerte.
Lo cual supone asumir la causa de los que nada tienen, frente a los ladrones y especuladores que se han apropiado de lo que es de todos.

La quinta luz es la de la CULTURA y la CIENCIA que debe ser patrimonio de todo el pueblo, y no privilegio de los letrados.
Lo cual significa poner en valor la sabiduría popular en la vida cotidiana y transmitida, a raudales, en las escuelas, talleres y casas de cultura.

La sexta luz es la de la FE en los valores del mundo nuevo, que tiene que nacer.
Lo cual tiene mucho que ver con la sabiduría de los humildes que comparten el entendimiento de las grandes verdades, el consejo en las encrucijadas del camino, la fortaleza en las dificultades de la vida y el respeto y la veneración ante los inefables misterios del mundo.

Y la séptima luz es la del EVANGELIO, noticia buena de esperanza, hecha de aliento y compromiso, de gestos de amor y de bondad, de opción de vida con los pobres… y sobre todo, de estrecha comunicación e impulso nuevo para enrollarse con la vida.

Manuel Velázquez Martín