La misión liberadora de Jesús de Nazaret empezó en Galilea.
Allí lo empujó el Espíritu, porque ese era el lugar donde se encontraban los más pobres y vulnerables de aquella sociedad… y también, para dejar bien claro que, para Dios, no hay nada más importante que aliviar el dolor y la humillación de aquéllos seres humanos marginados, oprimidos, explotados o suprimidos… ya sean judíos, gentiles o paganos… siempre hay que empezar por ahí, porque esto es, sin duda, ser lo más urgente.
Por esto, Jesús, se dejó conducir a las periferias del país, a Galilea, que además de ser la región más pobre y de estar en entredicho en los círculos oficiales, era frontera y cruce de caminos, de razas, pueblos y culturas.
Y ya sabemos que la injusticia, el dolor y el sufrimiento de las periferias le conmovieron las entrañas de tal manera, que se implicó y se complicó la vida, intentando poner la libertad y la dignidad humana por encima de todas las leyes…lo cual produjo inquietud y le puso en el punto de mira de los poderosos.
Esta fue su primera decisión importante, que le llevó a desarrollar su misión liberadora, en Galilea.
Pero después de esta primera etapa en las periferias de Galilea, impulsado tambien por el Espíritu, volvió a tomar la libre determinación de subir a Jerusalén, dónde estaban los centros del poder político y religioso.
No se trataba de buscar la confortable sombra del poder para medrar, para situarse bien o para «hacer carrera»…
Se trataba, más bien, de tomar la firme determinación de plantar cara al poder, de cuestionar todos los círculos del poder en todos sus signos y manifestaciones.
Lo cual es una decisión bastante arriesgada y peligrosa.
El viaje de Jesús desde las periferias de Galilea hasta los centros del poder de Jerusalén, ocupa en el evangelio de San Lucas diez largos capítulos (del 9 al 19) y es el símbolo de lo que significa recorrer el camino que conduce a la verdadera libertad del Espíritu.
Jesús hoy nos invita a seguirle… él mismo, va delante de nosotros y quiere aprovechar para instruirnos mientras le acompañamos por el camino.
De la lección de hoy, yo me quedo con dos cosas aprendidas:
1 – El seguimiento de Jesús es incompatible con la intolerancia y el fanatismo.
Lo cual tiene una gran actualidad en un tiempo en que está aumentando el fanatismo religioso.
Todos los creyentes de todas las religiones tenemos que dejar claro que Dios no aplasta, ni desprecia, ni excluye… sino que abraza a todos los seres humanos, y respeta incluso a los que no le aceptan… y, en consecuencia, un creyente de cualquier confesión religiosa, no puede despreciar, excluir o marginar nunca a los que tienen otra religión o declaran no tener ninguna.
2 – La urgencia de seguir el camino del evangelio y construir el Reino de Dios, no admite dilaciones, ni demoras, ni excusas…
Lo cual supone una ruptura con nuestro pasado y con el lastre de todas las cosas muertas que nos paralizan…
Y requiere también, romper con los compromisos familiares y sociales que nos retienen, nos despistan y nos entretienen.
Nosotros, que solemos ser bastante incondicionales de todo aquello que nos gusta y que nos interesa… solemos poner muchas condiciones, muchos peros y muchas excusas cuando se trata de romper con actitudes y comportamientos muy arraigados en nosotros y tomar en serio el camino de del evangelio.
No lo olvidemos, solo una respuesta incondicional a esta llamada, llenará de alegría nuestro corazón y será, para nosotros, una profunda experiencia de libertad.
Manuel Velázquez Martín.