Cuando nuestro Padre Dios nos manifiesta el deseo de que vayamos a trabajar a su viña, no pretende que le respondamos inmediatamente.
Nos llama y espera.
Porque sabe muy bien, que nuestra verdadera respuesta no es lo que espontáneamente decimos, sino lo que hacemos.
Lo cual se pone de manifiesto en la parábola del hijo «suavon» que le dijo al padre que sí, para quedar bien, pero luego hizo lo que le dió la gana… y el hijo «respondón» que, de entrada, dijo a su padre que no, pero luego reflexionó y terminó haciendo lo que éste quería.
Y al poner este ejemplo, aquel Jesús picapedrero y educador de calle, no estaba hablando de memoria… estaba poniendo de manifiesto dos actitudes que se daban en aquel contexto histórico… y se estaba refiriendo a ciertas personas que tenía delante y que le estaban escuchando.
El primero de los hijos, el «suavon», representa a los dirigentes religiosos, que tienen continuamente en su boca el nombre de Dios pero nunca cumplen lo que a él le agrada.
Son aquellos que están tan ocupados con las cosas de la religión, que se hacen insensibles y se olvidan del amor y la misericordia que es lo único que Dios desea y espera de nosotros…
Es la gente que se cree «religiosa» pero que no despierta nunca en el corazón de nadie el entusiasmo y la alegría de vivir… sino todo lo contrario … es gente que desprecia a los demás y que se atreve a amenazar e incluso a condenar, haciendo la vida de su prójimo más dura y más penosa de lo que ya es… y para colmo, todo ello, en nombre de Dios.
Lo cual, representa la peor de las perversiones que pueden existir: la perversión religiosa.
El segundo de los hijos, el «respondón», representa, por el contrario, a los excluidos del ideal religioso por ser considerados pecadores: publicanos, prostitutas, recaudadores… y toda clase de gentes que por vivir en situaciones «irregulares», según la moral oficial del Templo, son despreciados.
Sin embargo, su postura no es ambigua, sino sincera.
Ellos tienen asumido que son pecadores… pero no son hipócritas.
Por lo cual, están en la mejor disposición posible para replantearse las cosas y para empezar algo nuevo.
De todo lo cual, se deduce que hay muchos «SI» que son un «NO» y
muchos «NO» que son un «SI».
Porque con nuestras palabras podemos intentar manifestar nuestra forma de pensar, pero es con nuestras acciones con las que descubrimos quienes somos, de verdad…
Por eso, no olvidemos nunca que lo verdaderamente importante no es quedar bien, sino hacer el bien.
Y, sobre todo, no olvidemos la conclusión a la nos lleva el evangelio:
Los excluidos del ideal religioso, los que no saben cómo poner en orden su vida, los que aparentemente tienen poco o nada que ver con la religión y con Dios… pueden estar más cerca de él que muchos teólogos, muchos curas o muchos obispos… pues quizás todos esos despreciados pecadores, se encuentren en mejor disposición para entender, acoger y vivir la compasión y la bondad de nuestro Dios.
Manuel Velázquez Martín.