Hoy he visto su rostro entre las piedras rescatadas de la escombrera del mundo… entre cascajos, puntas de ferraya y restos de mortero…

Es la piedra desechada, arrojada, sepultada entre los escombros del gran vertedero del mundo…

He visto su cuerpo, roto y maltrecho, soportando el peso de una tierra mancillada que, entre burlas, pone en su cabeza la corona del dolor y del amor.
Y junto a la imagen, como un grito, me ha surgido un poema.

EL JESÚS PICAPEDRERO

Rompiste las aguas
del cálido vientre
en piedra ahuecada
de frío pesebre.

Tomaste el camino
de viajar sin nada,
con piedra rugosa
por dura almohada.

Entraste en la noche
envuelto en sudario,
sobre piedra herida
de duro calvario.

En tumba sellada,
lienzos de mortaja,
del amor más grande,
piedra que no encaja

Del sepulcro nuevo
se abrió una rendija,
removió la piedra
y estalló la vida.

Tú el canto rodado
y la piedra ahuecada,
Tú el guijarro humilde
y la roca afilada.

Tú el currante nazareno,
Dios y pobre verdadero,
el artesano eficiente
del ladrillo y el mortero,
Tú, Jesús, Hijo del Hombre,
y mi Dios picapedrero.

Tú, vivirás para siempre
en este gran laberinto
de eterna luz y de sombra,
que compone el empedrado
que hoy habita en mi memoria.

Manuel Velázquez Martín.