Cuando estábamos en nuestra orilla, cansados de bregar toda la noche, sin ningún resultado… afanados en limpiar las redes y deseando dar por terminada nuestra jornada de trabajo para marchar a casa, se acerca Jesús de Nazaret y nos dice que quiere embarcarse con nosotros…
La muchedumbre hambrienta de justicia, de verdad, de cariño, de cercanía, de afecto y de misericordia se agolpaba en la playa, siguiendo el rastro de aquel Jesús de lo imposible, que a todos les impactaba tan poderosamente.
Y él, desde la barca prestada, nos fue diciendo a todos que para obtener resultados positivos, tendremos que cambiar el sentido y la dirección del trabajo y del esfuerzo.
Tendremos que echar las redes de nuevo, pero no de la misma forma, ni en el mismo sitio…
Tendremos que sacudirnos el miedo para ser capaces de «remar mar adentro»…
O lo que es lo mismo: tendremos que salir de nuestra zona de seguridad y de confort, donde todo es plano… donde nunca pasa nada, o donde siempre pasa lo mismo, para ir allí donde el viento nos sacude y nos despeina…
Porque no podemos seguir chapoteando en las cómodas orillas del mar de la vida donde se nos ofrecen pequeños logros y alegrías pasajeras que llegan y se van como las olas … pero que se esfuman enseguida, y nos dejan con resaca …
Por eso, es tan necesario aprender a conectar con otras corrientes más profundas que nos garanticen la vida en abundancia.
Aun estamos a tiempo
– de liberar cosas…
– de soltar amarras…
– de tirar lastre…
para ir más allá de lo que pensamos, hacemos o vivimos…
No podemos seguir instalados en la playa de nuestra resistencia a navegar…
No podemos conformarnos, por más tiempo, con la seguridad de nuestra orilla, tratando de llenar, sin conseguirlo, nuestro profundo vacío con infinidad de baratijas.
Manuel Velázquez Martín.