El evangelio nos invita hoy a mirar a los que se mueven en el mundo de las finanzas y observar cómo se las ingenian para que su dinero llegue a ser rentable y produzca más dinero…
Y quiere que lo hagamos, no para imitarlos en su deseo de acumular dinero, sino en su diligencia y en su manera de estar siempre despiertos a la hora de actuar.
Quede claro, que aquí no se quiere justificar, para nada, la especulación financiera, ni mucho menos, el modelo de productividad capitalista…
Lo que el Jesús picapedrero, despojado de ambiciones y libre como el viento, piensa sobre el dinero ya lo dejó bien claro cuando dijo:
– «Dichosos los que eligen ser pobres»
– «No amontoneis riquezas en la tierra»
– «No podéis servir a Dios y al dinero» …
Una vez aclarado esto, quiero decir, que tampoco esta conocida parábola de los talentos es una historia de miedos y amenazas, ni es un relato terrible sobre el juicio de un Dios estricto y severo al que tenemos que rendir cuentas sobre los talentos recibidos, hasta que todo cuadre, hasta el último céntimo…
Si esto fuera así, estaríamos haciendo de Dios un juez sin entrañas o un inspector de hacienda… o sea, un Dios terrible que mete miedo…
Y un Dios así no merecería nuestro cariño, ni siquiera nuestra atención.
Pero no; esta historia no es para meternos miedo… sino para todo lo contrario:
PARA QUE LUCHEMOS CONTRA TODOS LOS MIEDOS.
Porque el miedo es el peor virus que bloquea las vías respiratorias que oxigenan nuestra vida, nos paraliza y hace que no produzcamos nada.
El fracaso del empleado que recibió un talento estuvo precisamente en el miedo:
«Tuve miedo… y enterré el talento».
Pero el Dios del miedo no existe… es un invento humano.
Sólo existe el Dios del AMOR
de la VIDA
de la LIBERTAD…
que espera que seamos diligentes en poner en juego todo lo que somos y tenemos, para hacernos crecer como personas y dar así mayor utilidad a nuestra vida… aceptando incluso el riesgo de equivocarnos.
En definitiva, esta historia, viene a decirnos que cada uno de nosotros somos un tesoro.
Y que nuestros talentos sean cinco, dos o uno, son una riqueza fabulosa… un gran potencial creativo que todos llevamos en lo más hondo de nuestro ser y que debemos hacer productivo y rentable, superando todas nuestras dudas, nuestros complejos, y sobre todo, nuestros muchos miedos irracionales.
Quizá hoy tengamos la oportunidad de preguntarnos cuántas cosas estamos dejando de hacer por no confiar en que somos capaces de hacerlas, o al menos de intentarlo… y también reconocer que hay en nosotros:
muchas oportunidades perdidas, muchos caminos sin recorrer,
mucha vida sin vivir.
Manuel Velázquez Martín.