Ante un entramado de leyes cada vez más complicado, un maestro y doctor de la Ley le pregunta a Jesús, el artesano picapedrero, sin estudios reglados ni títulos académicos, sobre cuál es el mandamiento principal de la Ley.
Y es que la legislación inicial de aquel pueblo, que estuvo basada solo en diez mandamientos, con el paso del tiempo, se había multiplicado en multitud de normas y códigos legislativos que intentaban regular, hasta los más mínimos detalles, de la vida cotidiana.
Y el evangelio, recoge la respuesta de Jesús, que frente a aquel legalismo asfixiante, supone como siempre, una ráfaga de aire limpio, de brisa fresca y liberadora.
Su respuesta es clara: Lo mas importante es el amor y no la Ley.
Un amor al Dios de la vida, que debe ser el fundamento de todo y que no puede reducirse a sentimientos o emociones… ni siquiera a rezos, ni a actos de culto o de piedad…
Se trata de un amor íntegro y sincero, nunca parcial, ni dividido:
Hay que amarlo:
«con todo el corazón»
«con toda el alma»
«con toda la mente»
«con la vida entera»
Pero hay algo más: este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo.
Este es el gran escándalo que Jesús representa para la tradición religiosa de su tiempo: afirmar que la única prueba de que amamos a Dios es que estamos dispuestos a amar a nuestro prójimo.
Porque el Dios de Jesús no es el que está allá arriba, el intocable, el inaccesible, el imposible … Se trata del Dios cercano, que nos sale al encuentro en la gente que nos rodea, en todo lo que nos sucede y en quien nos encontramos por el camino… Se trata de un Dios en nosotros y con nosotros, muy cercano, con nuevos rostros, con otras palabras, con distintos olores, colores y sabores, con otras, vidas, con otros bailes, con otras lenguas, en otros cuerpos…
Se trata de Dios siempre presente en esos prójimos que nos cuestionan, nos desestabilizan, nos sorprenden, nos alegran o nos incomodan…
Si nos falta el amor a toda esta gente, por muchas leyes que tengamos, todas serán insuficientes:
– 613 preceptos llegó a tener el antiguo código judío.
– 1.752 tiene el actual Código de Derecho Canónico eclesiástico.
Lo cual quiere decir que seguimos teniendo un gran déficit de amor y por eso necesitamos rodearnos de tantas normas y preceptos que nos den una aparente y falsa seguridad.
Vivimos en una sociedad y en una Iglesia donde abundan las leyes.
Tenemos más normas que el pueblo judío… y también muchos más millones de seres humanos pobres y oprimidos… lo cual es algo escandaloso e intolerable.
Manuel Velázquez Martín.