Vivimos en un mundo donde todo gira alrededor del dinero, que se ha convertido en el centro de todo… en el corazón de un mundo sin corazón.

Por eso cuando alguien tiene dinero, la gente suele decir que tiene su vida asegurada… que ya ha resuelto su vida.

Y es que, la riqueza desencadena en nosotros la fantasía y el engaño de que teniendo más cosas vamos a estar más seguros.

Pero eso es una gran mentira.

La vida del ser humano no depende de la cantidad de bienes que posea sino del sentido y la orientación que de a esa vida y a esos bienes.

Por eso, los ricos además de egoístas y ambiciosos, son también idiotas… pues no solo destruyen la vida de los pobres, sino que además no pueden asegurar ni siquiera la suya.

Aquí está el gran engaño, la gran equivocación, la gran mentira: creer que aseguramos la vida, cuando en realidad, lo que hacemos es perderla… porque nos quedamos incapacitados para la convivencia, el amor y la fraternidad que es única y la verdadera vida del ser humano.

Esta es la gran tragedia de nuestro llamado mundo «desarrollado»: que nos creemos sociedades, inteligentes, democráticas y progresistas… y solo somos unos insensatos, crueles e inhumanos que vivimos a costa de la miseria de millones de hermanos, ya que, en buena parte somos los verdaderos responsables de la situación que padecen, por nuestra injusticia o por nuestra indiferencia.

Nos llama la atención la actitud del terrateniente de la parábola evangélica, que ante la buena cosecha obtenida que desborda todas sus expectativas, no piensa, para nada en sus vecinos pobres, ni en los jornaleros que trabajan sus tierras… no piensa en ensanchar su corazón, ni el horizonte de su vida… solo piensa en ensanchar sus graneros.

Solo piensa en sí mismo y en su bienestar porque está prisionero de su ambición que lo deshumaniza… pues vivir acumulando es el fin de todo goce humano y la ruina de todo verdadero amor.

Lo cual es, para nosotros, una invitación a hacer balance: 

Anotemos en nuestro libro de cuentas, no el dinero que tenemos, ni el que esperamos conseguir… sino la orientación que vamos a dar a nuestra vida para pasar de la ambición, que es lo que nos empobrece y nos arruina… y empezar a trabajar en serio para ser solidarios y ricos ante Dios.

Manuel Velázquez Martín.