Esta cruz está construida con maderos de las pateras de un naufragio ocurrido en 2013, en Lampedusa, isla de Sicilia, Italia, donde murieron ahogadas 349 personas de las 517 que navegaban procedentes de Libia, Somalia y Eritrea.

La idea de construirla fue de la fundación italiana «Casa del Espíritu y del Arte» y al entregársela al papa Francisco, él pidió que la llevarán a todas partes para que que ayude a sacar a la gente de su indiferencia ante la dura realidad que están viviendo nuestros hermanos inmigrantes y refugiados.

Nuestro mar Mediterráneo (Mare Nostrum) que ha sido siempre lugar natural de encuentro de distintos pueblos, culturas y civilizaciones y espacio abierto para la convivencia y la colaboración, se ha convertido hoy, en una de las fronteras entre las mayores desigualdades del planeta.

Y esta es la causa del incesante fluir de barcazas repletas de seres humanos que cada día intentan llegar, desde el corazón esquilmado de África, a nuestras costas, en busca de un nuevo horizonte de vida y de esperanza.

Los maderos de esta cruz han sido testigos del ahogamiento impotente de muchos gritos, de muchas vidas, de muchas esperanzas… Estos maderos, como los de la cruz de Cristo, nos hablan de la injusticia del mundo, del sufrimiento y la muerte de los inocentes, frente a la indiferencia de los satisfechos.

Por eso, el paso de esta cruz por nuestra diócesis quiere despertar nuestra conciencia dormida y nuestra solidaridad.

Y para ello, tenemos que liberarnos de nuestros miedos, nuestros prejuicios y nuestras indiferencias ante la presencia de nuestros hermanos inmigrantes y refugiados. No podemos caer en la trampa del consabido discurso de «primero nosotros» y «luego ellos» porque es un discurso engañoso que nos encierra en nosotros mismos y nos quita la oportunidad de ser humanos, de crecer en valores y ser mejores personas…

Los inmigrantes no son una amenaza, ni son un peligro, no son intrusos, no son un riesgo, ni son un coste social…

Por lo cual, en una ciudad como Granada, con unas raíces forjadas por gentes de mil culturas, que ha sido siempre ejemplo de tolerancia y humanidad, junto a la Cruz de Lampedusa, la Delegacion Diocesana de Migraciones, tiene una buena noticia que dar para quien lo quiera oír: Dios nos visita en los inmigrantes y refugiados… Dios mismo, nos tiende la mano a través de los que llegan, para rescatarnos del egoísmo y la indiferencia y para ofrecernos la oportunidad de humanizarnos a través de la cultura del encuentro.

 

Manuel Velázquez Martín.