Hay palabras que no dicen nada, aunque sean muchas y ampulosas…
Y hay palabras que, aunque sean pocas y pequeñas, lo dicen todo…
Hasta el silencio puede ser elocuente, cuando aquello que se dice o que se calla, es autentico y nace del corazón.

De aquí, que no sepamos quién somos, ni lo mucho que valemos, hasta que alguien se atreve a mirarnos a los ojos y pronunciar nuestro nombre, con amor.
La verdad es que estamos bastante hartos de tantas palabras confusas, engañosas e interesadas…

Por lo cual, he decidido empezar este nuevo año poniendo mi confianza en alguien de fiar y pronunciando su nombre.
Me refiero al Hijo de Dios y de Maria.
que a los ocho días de su nacimiento, fueron a circuncidarlo y le han puesto JESÚS, que significa eso mismo que su nombre indica.
Que:
– en este niño, Dios nos bendice y nos protege,
– en este niño, Dios ilumina su rostro sobre nosotros,
– en este niño, Dios nos concede su favor,
– en este niño, Dios se fija en nosotros y nos concede la paz.
Por eso el nombre de JESÚS ha sido, y sigue siendo el nombre
más querido…
más gritado,
más cantado y
más rezado
de este mundo.
Y es además, el nombre que viene a dar cumplimiento a las más profundas aspiraciones de felicidad, de justicia y de paz de este mundo roto y de todos y cada uno de nosotros.

Por eso, creo que no puedo empezar el año de mejor manera que liberando mis gritos y dejando que salga de lo más profundo de mi corazón este bendito nombre, esta profunda oración, la más corta, con sólo cinco letras, pero la más hermosa que se pueda decir jamás:
«¡ JESÚS !»
Un grito, convertido en oración.
La misma oración que gritaron todos los pobres, los enfermos, los marginados, los pecadores, los desquiciados y los tenidos por locos en los caminos y las aldeas de Galilea.

Está claro que, aunque a la hora de organizar mi vida o mis comportamientos, no debo estar pendiente de la hora que nos marque el reloj, ni de la hoja que tengamos que arrancar del calendario, sin embargo, quiero empezar el año pronunciando el bendito nombre de JESÚS, sabiendo que me comprometo, como él a:
– ofrecer alegría y esperanza,
– combatir la injusticia de este mundo e
– irradiar algo de paz y misericordia para todos.
Manuel Velázquez Martín