El Jesús picapedrero fue un judío marginal, puesto en entredicho por los círculos del poder y siempre espiado, perseguido, traicionado y ofendido por ellos.
Pero él, que permaneció siempre firme, insobornable y libre como el viento, nos vuelve a repetir hoy dos palabras que nos ayudan a enfrentarnos con el fin de de este mundo y de la historia:
– La primera es una palabra directa vehemente y con gran fuerza:
«¡NO TENGAIS MIEDO!»
Es como un antídoto o medicina para todos los
– cansados,
– agobiados,
– decaidos,
– deprimidos y
– cobardes…
Porque aquel que tiene miedo no da la cara, no habla, no tiene iniciativa, no actúa libremente… y se hace cómplice de la injusticia.
Y es que el miedo nos encoge, nos paraliza, nos anestesia y nos mata.
Por eso, Jesús nos dice, una y otra vez, a lo largo de todo el evangelio, y hoy nos lo repite nuevamente con valor: ¡No tengáis miedo!.
– Y la segunda palabra es esta:
«QUE NADIE OS ENGAÑE»
Porque muchos vendrán intentando meteros «gato por liebre»… manipulando la verdad y usurpando mi nombre.
Vendrá el progreso, las nuevas tecnologías, las ofertas del consumo, el bienestar, la política, las redes sociales, la ideología, la religión… diciendo: «yo soy lo que andáis buscando»…
Y pretenderán haceros creer que «el momento está cerca», que el tiempo definitivo ha llegado…
No vayáis detrás de ellos porque todo lo que ofrecen es mentira podrida y pura apariencia…
Porque hay cosas que aunque parezcan firmes porque brillan, encandilan, hacen mucho ruido y mueven mucha gente… no tienen consistencia… y de su esplendor no quedará piedra sobre piedra…
«Todo será destruido».
No dejarán rastro…
«No quedará de ellos ni rama ni raíz».
Por eso, cuanto más oscura sea la noche, más intensa se hará para nosotros la memoria de la luz y más inquietos se volverán nuestros ojos buscando el cálido sol del nuevo amanecer.
El miedo a la noche, sin duda, nos duele pero en el mismo regazo de nuestra oscuridad sabemos que anida la luz de la esperanza.
Con nuestra perseverancia, salvaremos nuestras vidas.
Manuel Velázquez Martín.