Este es el título de un poema del obispo Pedro Casaldaliga, vinculado a la Teología de la Liberación, que ejerció su ministerio episcopal en Araguaia en Brasil hasta su muerte acaecida en agosto de 2020.
Fue un gran defensor de los derechos de los pueblos indígenas y de todos los colectivos más indefensos frente al expolio de las multinacionales y el abuso de las oligarquías y de los terratenientes.
Un recuerdo emocionado para él en este día de su onomástica en que aún
resuena su voz profética que sigue invitando a Pedro a dejar la Curia y volver al mar de Galilea donde se desatan los fuertes temporales de este mundo injusto, en el que hay que bregar.
«Deja la Curia, Pedro
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien
todas las filacterias impecables
por palabras de vida temblorosas.
Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda
la sangre de los Pobres.
La túnica inconsútil
es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada
de los muertos anónimos.
Legión de mercenarios
acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice
desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos
se abluciona, legalista y cobarde.
El pueblo es solo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No lo dejemos solo
entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa -ley y sello-
del sepulcro romano,
y amanecer de Pascua.
Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.
¡No nos conturbes más!
Como lo amas,
amanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas,
con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea
ecumenicamente abierto al Mundo».
Manuel Velázquez Martín.