Se trata de ser personas bien plantadas, sólidas y estables con la seguridad que nos da el saber que estamos en el lugar que debemos estar.
Cerca de los que sufren y están solos, al lado de aquéllos que no encuentran un horizonte para su vida, junto a los más vulnerables, los más débiles y los más desorientados.

El verdadero arraigo va, va más allá de uno mismo y es como una fuerza infinita, activa y cálida que nace del centro de la tierra y lo conecta todo.


Pero el sistema de vida que hemos montado, hace que las cosas sigan girando a un ritmo frenético, suframos o no, lloremos o dejemos de llorar, tengamos heridas abiertas o desgarros… todo continúa… la vida sigue… y hay que pagar facturas.


Por eso nuestra «toma de tierra» es muy importante para poder funcionar como personas, viviendo una vida saludable y sin tensiones, y para luchar por un mundo más justo, más solidario y más habitable para todos.


Además, está demostrado que cuando nuestra piel desnuda toca la tierra nuestro cuerpo se descarga de muchas tensiones acumuladas.


Por eso, durante muchos siglos, los seres humanos hemos tenido ésta comunicación sanadora con el suelo.


Sin embargo, la vida actual, con el aumento de un calzado lleno de plásticos y suelas de goma ha ido reduciendo este contacto natural.


Por eso, sería bueno, que por un momento, nos olvidemos del móvil atiborrado de emails, nos sacarnos los zapatos y con los pies desnudos, en contacto con la tierra, percibamos las vibraciones del Universo y nuestra vida se reajustará a un nivel más armonioso de funcionamiento.


Manuel Velázquez Martín.