Es muy grande el sufrimiento y el dolor que muchos seres humanos y la naturaleza entera padecen, al verse sometidos por un sistema de vida irracional basado en
– el expolio,
– la rapiña y
– el dominio salvaje.
Por eso, nuestro mundo es como un viejo tronco arrugado y carcomido en el que cada día aparecen nuevos síntomas de vejez…
Y lo más grave de todo es comprobar que las más importantes arrugas, que padecemos todos, no son las de las cortezas del cuerpo, sino las que retuercen y erosionan nuestro espíritu.
No sería muy difícil enumerar:
– las heridas abiertas,
– los profundos surcos y
– las marcadas cicatrices
que el tiempo ha ido dejando en la sensible piel de nuestro espíritu y en la endurecida corteza de nuestra compleja sociedad:
egoísmos, ambiciones, injusticias, violencias, esclavitudes, fanatismos, opresiones…
Por eso hoy necesitamos gente valiente, como Juan el Bautista que era un hombre profundamente libre y coherente… no integrado en el sistema y con el valor necesario para enfrentarse con la aristocracia política y religiosa de su tiempo y decirles en la cara lo que realmente eran: «una camada de víboras»
¿Por qué?
Porque andaban por malos derroteros… cómo, con frecuencia, nos sigue pasando a nosotros…
Por eso, hoy se nos invita a preparar otros caminos… los caminos del Señor… porque el Señor abre caminos precisamente cuando todos pensamos que no se puede hacer nada.
Pero lo más complicado y sorprendente es que esos caminos no están hechos…
Hay que
– hacerlos,
– allanarlos,
– prepararlos y, sobre todo,
– recorrerlos…
Estamos contaminados y necesitamos un cambio radical…una profunda conversión.
Por eso, la novedad sorprendente que hoy se nos anuncia es que, si se produce ese cambio, del viejo y carcomido tronco de nuestra humanidad, puede brotar un retoño nuevo lleno de vida…
Para que empiece a apuntar y a tomar cuerpo, ese mundo nuevo en el que «florezca la justicia y la paz abunde eternamente»
Ese mundo en el que los egoístas y los violentos dejen de campar a sus anchas, haciendo de las suyas y donde, en una naturaleza reconciliada, hasta los animales mas feroces puedan convivir y pastar juntos, sin devorarse.
Manuel Velázquez Martín.