Un año sólo es nuevo si supone un avance en la convivencia y en el desarrollo de la fraternidad… si es una oportunidad y un compromiso para construir un mundo en paz.
Nuestra barca, sacudida por el temporal, avanza con dificultad en busca de horizontes sosegados y necesitamos «timón» y «brújula» para seguir navegando por los mares del tiempo y de la vida con rumbo bastante más seguro… pues tenemos una gran tarea que hacer y una muy buena noticia que dar.
La Palabra hoy nos descubre los lindos sueños y las grandes esperanzas que Dios tiene puestas en todos y en cada uno de nosotros.
Aunque estemos en un mundo lleno de contradicciones y desigualdades y los acontecimientos que nos ha tocado vivir sean complicados y a veces trágicos, no podemos encerrarnos en el miedo, el dolor o la resignación y mantener el corazón abierto a la esperanza…
Debemos confiar en el Dios que
– nos acompaña con ternura,
– nos sostiene en la fatiga y
– nos orienta en el camino.
En este primer día del año, en que celebramos la Jornada Mundial por la Paz hemos de recordar que solo la paz que nace de la justicia y del amor fraterno puede ayudarnos a superar la gran crisis existencial que padecemos, que está en la raíz de todas las demás crisis personales, sociales y mundiales que soportamos.
No olvidemos que los días y los años que Dios nos da son oportunidades únicas para pacificarnos interiormente y para promover acciones de paz que pongan fin a todas las guerras y conflictos que generan:
– tanta ruina,
– tanta pobreza y
– tantas víctimas inocentes…
Que este año, este tiempo… y esta vida que Dios nos regala, la sepamos aprovechar para convertirnos, como nos propone el papa Francisco, en
– callejeros del Evangelio y
– artesanos de la Paz.
Manuel Velázquez Martín.